Siempre fui yo, solita. La mimada de mamá y papá. Nunca sentí la falta de un hermano o hermana, simplemente no lo sentía como una carencia. Pero la vida te da sorpresas, a veces buenas, a veces malas, a veces en un contexto que no es el mejor..

Ya saben todos que sufrí la partida de mi abuelo después de una laaaaarga lucha contra el cáncer. Llegó el momento de despedirse y obvio que me parecía algo muy duro. Al principio dudé de ir al velorio. En 18 años sólo había tenido que asistir a un velorio y obvio que no tenía una buena impresión de la experiencia. 

Le comenté a Nico (mi primo, un año menor) las dudas que tenía sobre ir o no al velorio y él me pidió que fuera. Es el día de hoy que agradezco haber decidido ir porque pude "cerrar" de alguna manera esa etapa. 

Volviendo al tema, al llegar al velorio al primero que me encontré fue a él.

Fue la primera persona a la que abracé sin tener noción del tiempo, y con la que lloré sin vergüenza de parecer desesperada, desorientada, desarmada..

Como sabrán, el cuerpo se suele encontrar en una especie de habitación apartada, donde la gente puede ir a despedirse (si así lo desea) tranquila. 

Sabía que no tenía las fuerzas suficientes para entrar a esa habitación. Por lo menos no por primera vez, por lo menos no en soledad. 

Tuve que pedir ayuda. No me quedó otra. Tuve que pedirle a Nico de su compañía porque yo sola no podía enfrentarme a algo tan duro. A verlo ahí, sin respirar, con los ojos cerrados..

Tuve la suerte de tener a mi primo conmigo. Tuve la suerte de poder llorar a mi abuelo y dejarlo irse en paz, habiéndole dicho en vida todo una y otra vez, y repitiéndoselo en la peor situación posible: en un cajón. 

Fue una montaña rusa de emociones. Sentí miedo, furia, tristeza, impotencia, un poco de alivio porque él ya no estaba sufriendo.. Pero me sentí feliz por un momento. Sentí que tenía un hermano. Compartimos la tristeza, el dolor, fuimos hermanos por un rato y eso me llenó de otros sentimientos difíciles de explicar, pero sin dudas mucho más lindos que los anteriores. 

Me extraña saber que cosas como estas pueden pasar en situaciones de mierda, pero me alegra por otro lado que no sean imposibles. 

Hoy tengo muchos recuerdos de la despedida con mi abuelo en el contexto del velorio. Pude despedirme junto con mi mamá, pude despedirme sola diciéndole en voz alta todo lo que necesitaba terminar de decirle, y pude despedirme abrazada a mi primo-hermano. Hoy puedo agradecer eso. Sé que mi abuelo descansa en paz y que tengo un hermano (aunque no de sangre pero sí de corazón) y que puedo contar con él.